Wednesday, January 20, 2016

Un Corazón (Se busca)

¿Y si ella, la mujer que es la duendecita de mis adentros se fuera, cómo me quedaría yo a estas alturas? En el recóndito escondite donde se alberga mi casi extinta inspiración, me doy cuenta que cada vez son menos las funciones que permanecen sin afectaciones, que permanecen sin los daños ocasionados después del Apocalipsis vivido, en el que literalmente no sobreviví.

La casa está muy vacía, no sé si eso me ayuda a tomar inspiración. El viejo juguete de escuela, mi guitarra, no llena en nada las angustias y el horror de la distancia, de la lejanía que ha inundado mis bronquios y ya no puedo respirar. Siempre ha sido mi estandarte y ya lo invoqué en un texto anterior, pero no concibo, para el infortunio de la mala suerte, una vida bajo la estrella que me persigue, sin el razonamiento sentimental por excelencia de Neruda, Es tan corto el amor y es tan largo el olvido...  Corto el tiempo terrenal, donde la felicidad nos cobija por unos segundos, por unos instantes y entonces se bifurca con el verbo de olvidar, es un eterno pasaje a la necrótica calma de no sabernos mas, donde ella se convierte en solo abstracciones y retazos de un pensamiento, de un recuerdo subjetivo que es a conveniencia del autor de dichos recuerdos, para después pasar al limbo infinito del olvido... Solo abro un frasco de cerezas, tan conservadas, tan almidonadas, como los labios de una princesa, como los labios de aquella mujer de mis sueños fugaces en donde me profería una mirada transparente y blanquecina, cristalina como manantial y de rasgos puros como la azucena, en la habitación que nunca habitamos, más vivimos en ella un par de horas, un par de vidas.

Porque su ausencia será larga, casi como eternidad, yo me quedo en las mañanas viendo cómo las aves trinan su largo andar, volviendo a mi los recuerdos de su sonrisa, los recuerdos de sus caricias, aquellas de una sola vez, aquellas que algún día soñé y que alejé por convicción a mis sentidos, pues siempre he rezado que lo que haga uno, hay que hacerlo siempre de corazón, y mis besos, mis palabras, mis manos, mis suspiros, mis susurros, y mis lágrimas hoy derramadas, todas han sido desde el fondo de tan destartalado músculo, el cual ha cumplido su fecha de caducidad... Anunciaré un clasificado en búsqueda de mi corazón y si alguien lo ha encontrado, solamente le encargaré que lo trate con respeto y amabilidad, el trato que no le he dado yo... Una eutanacia para tan preciado amigo, mi corazón.

Se escucha un eco terrible en mi pecho, me percato que es por el anuncio ya hecho de lo que he extraviado, de lo que me ha abandonado ¿Es tan difícil no tener sentimientos? ¿Y si me volviera realmente el tipo que todos creen que soy? Al menos así viviría en congruencia con mi exponencial faceta y no existirían los conflictos internos, como los que padezco ¿Y si retomo el camino perdido, ya sin ella? Imposible hacerlo, para lograr tan acrobático empuje, primero debo de coexistir con la idea, la creencia y la total convicción de que no existe y que jamás existió, algo sistemáticamente imposible de obtener, porque desde ella, se dividió mi calendario, comencé una nueva cuenta en el periodo de mi vida, en los años antes de Mar y los años después de Mar... Revulsivo de mis ideales y religión en mi escéptica creencia, del olimpo al hades, del cielo al fango, de la religión al ateísmo. ¡Qué va! Jamás dejaré de creerla, me hizo pagano al retirarme de ella y hoy vivo en un evangelio en donde le adoro, le brindo tributo diario y le atesoro, pero solo como una ofrenda al ídolo de bronce, pues le veo tan solo cerrar mis ojos, ya que es como el Sol, aunque esté nublado sé que está ahí, el único problema es que ella no desea saber más de mi existir.

Se me ha "caído" el viejo jarrón de la sala, vaya situación, tan parecida y precaria, los trocitos que no se pueden adherir, sucumben por la falta de precisión, irónico resulta que no llevo pulso, pero tampoco puedo mantener la mano firme,  ese jarrón es el vil reflejo de mi yo actual, me he caído y estrellado en mil pedazos, no hay quien pegue los pedazos de mi yo destartalado, y lo más significativo es que voy derecho al desecho, no hay cómo me una de nueva cuenta, más que con el urticario ardor y sangrado que profieran mis propias manos, callosas de tanto arañar el cielo para alcanzarla y perderla de nuevo. Este mundo aun no está listo para recibir el amor que llevo para dar, el amor que se fue cuando mi corazón ha dejado de bombear, cuando mi corazón se extravió, se fue escondido, de polizonte, sin pasaje de abordar, oculto en su Morral...

Héctor Eduardo.

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