Veo los bolígrafos inservibles que se han quedado en la mesita, que me dejaste a mi, pero no me lo dijiste. Veo los minutos que transcurren con su implacable tic tac y caigo en la cuenta que ya pasó un día completo desde que te marchaste, desde que te perdí, quizás y muy probablemente, para siempre. Y cómo duele apegarme a mi libreto de hombre, de caballero y no aferrarme dando píe a la teoría innombrable... Como marea alta llegaste, huracán que cimbra mi estabilidad y me crea un mecanismo de auto compasión que no me lleva a ningún lado...
Volteo a ver de nuevo los distintivos de mensajes y el buzón sigue sin tener ni un rastro tuyo, como si me hubieras borrado por completo de tu listón imaginario rojo en tu meñique derecho, como si yo fuera solo un producto caprichoso de un Dios aburrido, con ganas de divertirse un poco, conmigo a mis expensas y agradezco su entretenimiento al permitirme hacerte en mi existencia presente... Levanta la sentencia y comunícate amor mío, otórgame un indulto y da un signo de tu luz brillante, dale agua al desvalido yo y revive mi vida que se encuentra enfangada sin poder respirar... Mi mano zurda temblorosa igual que la tuya no encuentra su dirección, reflejo de la abstinencia que ayuno con tu lejanía y próxima venida... O quizás solo le escribo al vacío y al recuerdo de ti, la mejor historia jamás contada.
Héctor Eduardo.
Amémonos.
Buscaba mi alma con afán tu alma
buscaba yo la musa que a mi frente
tocara con sus labios dulcemente
en el febril insomnio del amor.
Buscaba yo la mujer pálida y bella
que en sueños me visita desde niño
para partir con ella mi cariño,
para partir con ella mi dolor.
Como en la sagrada soledad del templo,
sin ver a Dios se siente su presencia
yo presentí en el mundo tu existencia
y como a Dios sin verte te adoré.
No preguntaba ni sabia tu nombre,
donde iba a encontrarte lo ignoraba,
pero tu alma cerca de mi alma estaba,
mas bien presentimiento que ilusión.
Amémonos mi bien en este mundo,
donde lágrimas tantas se derraman,
las que vierten quizá los que se aman,
tienen un no sé qué de bendición.
Amar es, empapar el pensamiento,
en la fragancia del edén perdido,
amar es, amar y quedar herido,
por un dardo celeste al corazón.
Es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, es escuchar tu acento,
es en el alma llevar el firmamento,
y es morir a tus pies... De adoración.
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