¿Y cómo detener el tiempo? Si tu eres el segundo que siempre conté, y hoy te veo tan lejos, ya adentrada en la lejanía, en el sur de mis emociones, en el centro de mis suspiros y en el norte de mis recuerdos. Cómo superar esta fábula adictiva en donde solo tengo una dosis de tu morfina, esa que detiene tanto y tanto dolor. Cuando apenas te supongo superada, veo tu foto, y en decreto rompe un nirvana en tus ojos y en tus labios, anchos y finos como uva exquisita, toco fondo de nuevo.
Estoy en recesión espiritual, contemplo todo lo que me hace bien y me hace mal, encasillado a tus recuerdos, vitoreando tus triunfos y tus éxitos, con solo una imagen de tus ojos y tu sonrisa plasmada viendo a mi, pero viendo a la nada, porque yo en ese presente feliz no existo, no soy el que aparece en el píe, a la dirección de tus palabras, siempre al margen de mis versos, de mis incoherencias con el compás de los silencios tuyos y yo sincronizado, encallado en la oscuridad, simulando felicidad.
¿Y de dónde retomo mis aspiraciones en la vida? Si no tengo tierra firme para levantarme, pues todo mi sustento, todo mi aliento se ciñen a tu cuerpo ¿Y cómo alcanzo otra vez el cielo? Si al irte tú, por completo, he quedado en nada de visiones y apariciones, solo con nubarrones. Si con solo ver tu colgante en el cuello, quisiera calzarme de la alquimia y permitirme ser parte de él, solo para oler a cuenta gotas un poco de tu aroma, por recorrer esos puntos sensibles que te hacen vibrar y estremecerte, aterrizando en el lóbulo de tu oído derecho y morderlo despacito, hasta sentir que tu volcán emerge con las olas de mis dedos.
... Quisiera convencerme que hoy es el comienzo del resto de mis días, pero solo me hago el tonto, pues sé que sin ti no hay mañana, y el resto de mis días se hacen noches por el miedo que nos invade a los dos; a mi, de no ser más de ti, más entregado por completo, recuperar al yo de mis causas pasadas y presentarme en tus presentes para que me tengas en tus conciencias, y a ti por valerte de tus creencias y apegos, cuando ambos sabemos que yo soy tu felicidad, que mi molde es exclusivamente diseñado para tu arcilla y que ni un siglo de tu ausencia, podrá dosificar todo lo que mi corazón tiene para entregarte y amarte. Que voy a colmarte diariamente de mi alabanza, llenando tus cielos de muérdagos y darte besos por cada centímetro de tu cuerpo, culminando tus sueños y haciendo de tus miedos, tus fortalezas por completo.
Y cumplo ya una semana, en que no curo este insano pero necesario vicio por ti. Una semana de tu lejanía, y sin conocer cuánto pueda resistir sin la bendición de tu vida... Confieso mi adicción a ti, a tu ternura, a tus encantos, a tu cuerpo, a besarlo, a morderlo, a tus gustos y disgustos, a lo que te enoja y te atrae, a besarte de nuevo, a desearte como nadie te ha deseado, a soñar tus sueños como míos, a confinarte en mis ahoras para que se conviertan en nuestros ayeres viviendo en tus mañanas, luego besarte otra vez y otra vez... Confieso mi adicción al timbre de tu voz, al olor de tu respiración, al brillo de tus gafas cuando las cambias o cuando las dejas en la mesa, a la pequeñez de tus manos y lo frágil de tus hombros, al dolor en tus articulaciones y a tu sedoso cabello castaño, con sus ondulaciones en peligro de extinción, pero que te dan un dejo exclusivo, único de personalidad... Me confieso sin superar este amor, que brinca y se expande más y más, todo recordando tus nombres Mar, todo recordando lo bien que nos hacemos, el complemento que nos damos... Confieso amarte y honrarte siempre, aunque la lejanía se atraviese entre los dos, siempre te llevo en mi corazón...
Confieso mi adicción a ti, y confieso también, que renuncié a la rehabilitación, pues deseo vivir siempre en dosis clandestinas de tu amor... Debajo de un puente e inyectándome tu recuerdo.
Héctor Eduardo.
"Todo aquel que te brinde una palabra de amor, primero debería ver a través de los espejos de tus ojos, y descubrir que la palabra misma... es solo el inicio del infinito que das al amor."
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