En una reminiscencia de ti, me acomplejo por que fuésemos tan distintos, en estaturas desiguales, pero tú enorme, gigante en hermosura. No logro entender aun los mandatos del corazón, lo caprichos de este músculo traicionero que me ha hecho caer de rodillas ante ti, que ha sido capaz de convertir mis noches de tranquilidad y sueño continuo en largas charlas con mi almohada, atestándole un dejo de tu figura y un llanto por tu olvido... Noches de desvelo y confinadas solo a tu ya lejano recuerdo... Si este es mi exilio, apenas con dos semanas de desafuero en tu corazón, no quiero pensar en los años cuando me tengan ya cubierto y no recuerdes siquiera como me llamo yo.
Te recuerdo mucho, te recuerdo en concepto, en figura y en deseo. Recuerdo las pasitas de la avena que te comías, y que con tanto amor te preparaba, recuerdo tu enajenación por las frituras de queso, que hasta me las peleabas. Recuerdo en estas reminiscencias, el que me guardaras parte de tu ración de alimentos, anticipando que siempre te diría que si, y que de la porción, degustara un manjar entero... Fue maravilloso que esperaras por mi, para irnos en el mismo sendero, aun cuando jamás te había dicho Te Quiero.
Eres el cielo que ha enarbolado mis sentidos, eres la gota del rocío que ha refrescado mis futuros sin brillo. Eres locura que me ha invadido y a pesar de no ser tu amado, yo te amo por entero, yo te amo sin condiciones y sin esperar nada a cambio. Me has enseñado el camino a un mundo nuevo, has colgado las estrellas de la fe en mi mirada y me he adueñado de tu cara, poniéndola en la luna para asomarme noche a noche viéndola a ella, viéndote a ti...
Estoy cada vez más lejos del alpiste que me dabas, pero en algún punto retomaremos el camino que nos dictamina la felicidad en las palabras precisas e indicadas... Ten siempre mis latidos en tu morral, ten mis besos siempre guardados en tu bolso, lleva siempre mi loción en la prenda que te cubra del frío a tu cuello de sirena, cubre de mis caricias cada una de tus pecas, abre los ojos con el susurro de mis palabras y deshiela el alma con cada uno de mis versos.
Estoy en el borde del Sendero Óctuple, considerando volverte mi primavera, y en tu distancia vivir siempre este eterno invierno. Rezaré tu lejanía con un siglo mío de amaneceres dedicados a tus labios, daré plegarias en honor a tus ojazos y vertiré Padres Nuestros en el recuerdo de nuestro encuentro, de nuestras olas en las sábanas en donde nos dejamos llevar, todita para mi, todito para ti, un encuentro tan lindo y tan precioso que nadie más podrá igualar... Contemplándote como la más hermosa del mundo, estrellada como estrella con el eterno detalle de tu bello perfil y sin dejar de agradecerte en secreto que me hayas permitido tener tanta devoción y tanta creencia de que vivo y siento tanto amor por ti, que en muerte vivo y en vida muero por conseguir tu amor.
Aunque todo parezca tan exacto a cuando estabas... La luna solitaria se ha mudado a otro balcón y me haces falta...
Héctor Eduardo.
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