Friday, January 22, 2016

El Tesoro del Cielo...

¿Cuánto tiempo es para siempre? Comienzo con esta reflexión que me hago, porque pensar en el tiempo, pensar en el siempre, dos conceptos tan lejanos pero tan hermanos... Si enfermase el tiempo, si le diera un catarro al tiempo yo nunca jamás te hubiera besado, jamás mis labios hubieran rozado los tuyos, ni hubiera percibido tu aliento en en el interior de mi boca, no nos hubiéramos acelerado con tantas caricias y todo esto desembocaría en una simple teoría... Si el tiempo fuera para siempre, un par de segundos serían dos años, dos besos tuyos serían mil milagros, pues el siempre es eterno, en lo eterno no entra el tiempo y al no existir el tiempo volvemos al teorema del catarro sin tus besos y tus abrazos...

¿Entonces el Para Siempre cuándo caduca, cuándo llega a su inminente fin, cuándo comienza? ¿Cuando llegó mi amor por ti, cuando cruzamos miradas, cuando mordí tu lóbulo y respiré en tu oído o cuando besé tu cuello y bajé mis manos hasta alcanzar tu vientre y subí calmo, tan calmo que suspirabas de la emoción?... El tiempo que es para siempre se percibe con consagrar la vida en una sola acción, que es amar, haya que hay quienes no viven para amar, que solo viven para sus propias ventajas y beneficios. Hay que vivir para amar, porque en el amar está la clave del tiempo, de trascender la eternidad, de albergar al Para Siempre como huésped distinguido de nuestro estilo de vida, de nuestro yo diario. Porque el amor trasciende fronteras, trasciende el espacio tiempo que tanto nos ofusca y confunde con sus marañas rebuscadas de conocimientos y ciencia. El amor es el poder más consagrado que existe, puede hacer milagros con tan solo invocarlo, puede aliviar penas y mitigar las angustias con tan solo exhalarlo, puede curar corazones inertes y darle humanidad al humano...

Con el amor entonces, todo es Para Siempre, porque destronamos al mal habido y sobrevalorado padre Tiempo, él es el verdadero inquisitor de tantas penas y tantos daños, si queremos difuminar por completo todo vestigio del Tiempo y su atroz paso por la vida, dediquémonos a amar, dediquémonos a dar amor por el simple hecho de darlo... El amor no se exige, se da, se regala, es el don más grande que tenemos en la vida, es el verdadero Tesoro del Cielo que tenemos para compartir, para exponer y vivir cada segundo de nuestras vidas, cada minuto y en cada obra, cada acción en nombre del amor... Porque sin amor, el tiempo enfermaría y el mal duraría para siempre... Tengo tanto amor en el pecho, que me ahoga y quiero entregarlo ya.

Héctor Eduardo.

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