Contemplar la exaltación que dejaste en mi alma, en los senderos de mis ojos con el soliloquio rosa de tus labios, cuando su carmín se diluye, es porque son mojados por la sed de mis besos y cuando se resecan es por la sal de mi distancia que no estoy para rozarlos con la dulzura y el antojo de morderlos cual mi postre predilecto, a la miel de mi exceso de apetito y la gula del deseo.
Sintiendo tu lejano respirar, acudo por las noches a la playa para captar las gotas de tus suspiros de cuando me extrañas y en silencio me llamas, porque no neguemos lo innegable Mar, en las rebeliones de tus sentimientos, enumeras y tratas de contar uno a uno los besos que nos dimos, las caricias que nos arrebatamos, las palabras que pronunciamos, pero sobre todo los silencios en que solo nos miramos. Y vas por el beso cincuenta (sin cuenta) cuando te detienes y comienzas de nuevo. Entonces tentada de llamar te quedas, contagiada de mis versos y mis proezas, tiempo pides y tiempo te entrego, pero en el núcleo del volcán de tu corazón, reservada la H queda, para cuando llegue mi brigada de confort, con acuarela de amor.
No confortemos al ruiseñor con distancia, no admiremos paisajes de amor viviendo en la cárcel de los recuerdos, la única ruta de amar es amando en tiempo real, cruzando nuestras manos, entrelazando nuestros dedos, con la fuerza de la pared y de unión y futuro entero. Eso es vivir, eso es el cielo, eso es alpiste y centeno, laurel y rosal.
Veamos a Dios en nuestras miradas, que la verdad no nos empuje como avalancha y nos de abatimiento, y que el sol no nos manche de su llanto de palidez. Mi mano dibujándote el labial de tu boca se lleva media vida cuando a mi lado no estás. Mi libertad lleva tu nombre, espero robarte la piel con las caricias de mis letras, con el roce de mis besos en el contorno de tu espalda y darle mordiditas pequeñas a tus hombros mientras suspiras y se queda marcada tu risa en mi camisa despintándose de amor.
Te regalo un concierto entero de todas mis sonrisas para que las guardes en el bolsillo de tu alma, para que las conserves lavadas con el aureola de ángel que lleva tu aura. Quiero que mantengas ahí mi almohada con un pasaje entero a mi cuerpo, y encuentres las estación que detiene tu balada. Tuyo es mi silencio que no escuchas, tuyas son las palabras que te menciono en estas líneas, tuyo es el fuego que produzco que aunque me queme, a ti te llena de sosiego y te brinda un molino entero de
deseos y arrepentimientos por los caminos que no hemos seguido... Más solo conservo, la humedad de tu recuerdo.
Amor, date cuenta que soy tuyo, completamente tuyo y me empolvo desgastado en el olvido del retiro obligado, en el agrio suspiro que has emitido. A nuestro abecedario se le ha perdido la 'a' y a pesar de la foto tuya que tengo en el cuadro sobre el diván, vagando ando en la ciudad buscando la alquimia que entregue el vértice de tus labios, aunque sea en el que emitieras un beso que se trepara en mi mejilla, untado de lejanía... He hundido las sonrisas, esas que te he obsequiado, en pozos de dolor, viviendo solo en ti, como una teoría improbable, sin cobrar vida, sin voluntad de existir, enfermo y con inmunidad a la felicidad... El tiempo nos ha alcanzado con su velocidad, y no me he puesto de acuerdo para llorar la lluvia matutina. Mi vida yace entre sol y espinas con tu ausencia física, pero la presencia de tu miel por unos días más en mis sueños azules... Ya no quiero seguir atrapando nubes, pero siempre, día tras día te pienso... Te pienso.
Héctor Eduardo.
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