Monday, January 11, 2016

Tres Siglos.

Hace tres días que no escucho tu voz, como tres siglos en la calcinante y tortuosa agonía de no vislumbrar tu anatomía apareciendo por la puerta. Viviendo las noches de mis días, solo, triste y sin tu amor, sin tu amor que representa el todo, que representa la necesaria razón de vivir.

Veo una noche llena de nubarrones, llena de llanto de la luna, que llora de dolor a mi costado, porque ambos hemos de padecer tu lejanía, y cual letanía se hospeda en mi espíritu y en mi conciencia que no es mas que un leve chasquido de lo que alguna vez fue y quizás será... No me pierdas mi amada mujer de las sonrisas y palabras tiernas, no me pierdas corazón mío, que mi latir es el bombeo de los segundos que el destino nos fue entrenando hasta nuestro encuentro; no me pierdas amor mío, que la historia de nuestro amor comienza en día 22 y aun no se escrito el clímax de tan dichosa y gran epopeya de amor.

La oficina no es la misma sin tu presente, dejaste tus marcas y tu aroma aun resguardado en la silla, la cual he tomado como mía, en tu honor y en tu recuerdo. Pienso que las fichas están puestas y la siguiente jugada es acudir a tu encuentro, a tu rescate cual princesa de cuento y yo tu caballero andante.

No me hallo... La verdad es que no me encuentro sin ti, sin tus palabras risueñas por la mañana, sin los roces causales de mis manos con tus manos, sin escribirte mensajitos en los cuadros amarillos, sin conservar tu desayuno para mi con el porcentaje de peaje oscilando entre mi diez y tu cinco por ciento... Siento el nudo de la corbata que aprieta mi respiración, siento que la mañana merma mis sentidos, siento que vuelvo a llorar tu lejanía,  siento llorar por lo lejos del melódico tono de tu voz sin escucharle, que llueve más en mis adentros que el diluvio de la vez pasada, y que todo esto se resolverá y nos reiremos de estos días, los dos, recostados en la alfombra de nuestra futura recámara, mientras vivimos un concierto de caricias y gemidos, de besos y sonrisas, de amor y sexo de locura pero amándonos hasta saciar nuestra sed...

Y me traslado a mi realidad, la que me dicta la espera eterna... He esperado 3 décadas por ti, a tu llegada, a tu misterio, a tu sensualidad, a tu alegría por la vida, a tus gustos y a tus sueños, a tu aroma de mujer en toda la extensión de la palabra... Que no pueda esperar hasta tres siglos por ti, mi vida, toda la eternidad. Te amo Mar!!!!

Héctor Eduardo.


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