Mi fuerza de voluntad termina donde comienza la libertad de tus silencios...
He renunciado, descaradamente, vilmente y de la manera más cobarde a esta lejanía. Fue un acto impulsivo, acto reflejo, como un parpadeo o un suspiro, pero la realidad es que fue premeditado. No tolera mi alma estar tan lejos de ti, y en este egoísmo recalcitrante te busco mas no sé si te encuentre, te veo, mas no sé si me observes, te hablo, mas no sé si me leas.
La vida es una carrera, en donde destacan varios corredores; el payaso, el sabio, el artista, el inteligente, el vivito, el que no deja propinas, el que toma lo ajeno, el profesional... y tú, quien eres la ganadora de la carrera. Yo tomo asiento en la grada y me gusta llevar tu gloria que alcanzas para explayarla a todos y que todos te sepan y que todos te vean con mis ojos, cual triunfadora, cual exitosa, cual sumamente intrépida y divertida, tan sumamente romántica y picaresca, tan mujer y tan femenina, tan sutil y persuasiva... Me pongo de pie de la tribuna, para rozar tu costado, y llevarme un poco de tu victoria en la vida.
En mi desacato a tus peticiones, te ruego me des la amnistía del inocente, del que solo ha dedicado cada segundo desde tu llegada a amarte y venerarte, a respetarte y cortejarte, sin mas herramienta que sus letras, sin más convicción que el peso de su corazón, sin más ideal que saberte linda, más linda que las lindas y más hermosa que las ninfas... Mientras tanto, me siento en la vieja silla, la que se desinfla como el tiempo, a esperar por tu respuesta... Continuando el ayuno o viendo al Sol salir.
Héctor Eduardo.
"Pedirle a mi cabeza, que deje de pensar en ti... Es casi como pedirle a mi corazón que deje de latir"
F. O.
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