Extrañaré tus pecas y tu carmín, extrañaré tu sonrisa de añil, tus gestos de princesa y tus cariñosas palabras de dulzura y alegría... Extrañaré tu silencio que me incomoda, hasta tus exigentes reclamos porque te reclame. Quién iba a decirlo, que un cachito de tu luz, me cubriría por completo, que un poquito de ti, tan pequeña, tengas en tu ser tanto amor para entregar, tanto amor para otorgar...
Veo la fotografía, y veo a una hermosa pareja, veo que pueden ser las primeras dos de infinidad de más, las primeras de una larga historia, no habría suficiente almacenaje en el mundo para la cantidad de retratos que tengo en mente de ti... Esa estampa es la viva imagen de un hombre que ama profundamente y una mujer aun dormida, esperando ser salvada del perpetuo rutinario de la melancolía, cuando te vengan tus recuerdos de mi.
Y te sonrío en mis memorias, y te susurro palabras con brisitas de amor, con rocío de jazmines a la tenue y crisálida luz de la luna, así como tu menguada y blanquesina piel, coronada con el marrón de tus pecas asomando por tu nariz que es perfecta... Resbalando por tu mejilla, mi lágrima cae, encharcando mi ausencia y promulgando tu belleza, escaseando tu presencia, pero gestando tu realizada existencia...
Nunca dejes de fotografiarte mi musa Mar, que sin tus facciones de artemisa, este pobre escultor de las palabras, se queda sin mango y sin colores para colgarte guirnaldas de tributo y poesía, de alabanza con añoranza, de melancolía con alegría... De deseo y de fe, en que en algún punto de nuestras historias, virarás tu rostro a mi y me dirás que si... mi vida.
Héctor Eduardo
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