... Anoche escribí tu nombre en mi cuardenillo mil veces... El resultado, fueron mil planas con la palabra Amor...
La melancolía, esa extraña sensación que nos invade por completo, es la que me traslada a ti en cada uno de mis amaneceres, en cada uno de los momentos en que traspaso la barrera del mundo imaginario de los sueños y la realidad. En un extremo de la paleta, te encuentro a ti, hermosa, glorificada como arcángel divino, y en el otro extremo, me encuentro solamente inmerso en delirios por tu espacio vacío que nunca fue, por las sonrisas prometidas que jamás llegaron, por las ceremonias que ya tenían un programa de evento, para ti y para mi, pero que solo se quedaron como una bifurcada planeación en mis ideas, por el complejo sentimiento que no le hace ningún caso a los mandatos de mi razón y se ha propuesto seguir pensando en ti, por cada instante, toda una eternidad.
Si pudiera elegir cada segundo de la vida, cada acción, cada poema, cada pensamiento, cada respiro, sin lugar a dudas, tu serías mi elección, mi regla, mi decálogo, mis mandamientos, mi religión. El punto triste de este ensimismado "ensayo" es precisamente que no hay posibilidad de elegir un sentimiento, este llega como aguijón y no se detiene, hasta que toca la médula del corazón, y en este preciso caso, eso ha sucedido, nos ha encontrado desprovistos, con la guardia baja y por más que juré a mis adentros, no volver a ser tomado por sorpresa, he vuelto a caer, no sé, después de 15 inviernos, he vuelto a llegar a la primavera de tus ojos, al reluciente sol de tu sonrisa y al jardín de tus caricias...
Caí por completo, me encuentro sin la coraza que me ha caracterizado tanto y que me ha dado la fuerza, absurdo razonamiento, ese solamente fue un engaño de "fuerza", el verdadero poder, la verdadera omnipotencia viene de los confines de tu amor, de los confines de saber que existes y no eres teoría, eres realidad que rompe los esquemas y los paradigmas de los que fuimos no creyentes. Hoy gracias a ti, me confieso el más devoto, un siervo, un fiel seguidor de tus milagros, de tus encantos, de tus caprichos, de tus apariciones y tus palabras de regalo, como bálsamo a mis heridas, como paz a mis melancolías, te ofrendo todas las plegarias del mundo a cambio de uno de tus besos, a cambio de mi completa fidelidad y lealtad en el universo infinito. Eres la confinación entera de la palabra amor, eres el estado de soberanía absoluta en mi corazón y eres en definitiva... El amor que he esperado por toda la vida.
Héctor Eduardo.
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