Monday, January 18, 2016

Infusión de Amor.

En los arrebatos de una mañana como cualquier otra, como las más de doce mil que he vivido, todas a tu lado, todas sin ti, todas con la sombra de saber que un día llegarías, y efectivamente llegaste, más solo como un efímero retazo que pulula mi inconsciente en tus recuerdos y no como un retrato para ver mis crepúsculos y mis ocasos en tu luna.

Descifro los enigmas del misterio de tu existencia, descifro los códigos y las mil millones de posibilidades que existían entre siete mil millones de personas, de encontrarnos tú y yo, ese es el milagro inicial, el paciente cero de esta bendita enfermedad. Tú tan magnánima, tan gloriosa, tan magnífica; yo, tan solo con un lienzo de letras y mis estribas en el concepto de tu haber... Me quedo pasmado de tantas vueltas que le doy a tu rostro, de tanta costumbre de acostumbrarme a la costumbre de saberte y que desaparezcas... Como he desaparecido yo, como he sucumbido ante el cincel que da forma a tu belleza, que da tonalidad y marca un paliativo al nocturno peregrinar, sin rumbo, sin camino, sin brújula... Sin ti.

En la vida existen diversos tipos de misterios, de ocultismo que nos deja en el borde del acantilado, listos para arrojarnos al vacío de la locura, del desequilibrio existencial, misterios que nos aquejan y/o nos vuelven más fuertes, más poderosos, más frágiles o vulnerables. Misterios que se visten de elegancia, y solo sostienen un monólogo con la inquietud que tiene hogar en mis adentros... Misterios que solos se resuelven con el paso de la vida, o simplemente se desvanecen por la nula atención prestada, misterios que son como los felinos, ágiles, astutos, inalcanzables... Y de todos los misterios en el universo, existe el del arrebato de amor, el atraco de amor que se ha convertido en el crimen no resuelto, en la oleada más grande de injusticia para el amor mismo, para la condena espiritual que es amar a quien no le ama a uno... Una combinación de factores, algunos razonables otros automedicados, pero la gran mayoría inducidos por medio de los misterios que le dan un razonamiento pueril a la vida... El misterio de tus ojos y su nocturnidad, el misterio de tus labios y mi curiosidad, el misterio de tus suspiros y su motivo de vivir, el misterio de las noches de tu sol y mis mañanas con tu luna, el misterio de tu grandioso existir.

Y después de tanto razonar enigmas y misterios, me siento en el sofá, ese que tantas de mis líneas atestigua y tantos de mis momentos de pensarte, los conversa conmigo, los charla y me contradice, me pelea y me consuela, si te presentara ese sofá, Mar, te sorprendería lo persuasivo que es y lo sutil y sabio de su pasivo comportamiento, para los que lo habitamos es un regocijo su compañía... Y preparo el día; el desayuno es único en su tipo, una infusión de tu amor con gotitas de la miel de tus besos y un toque de la dulzura de tus caricias para soportar las siguientes once o doce horas de ajetreo, imaginando cómo me deseas éxito, porque la suerte solo es para los perdedores y me pides que lo dé todo, lo intelectual, claro está... Lo demás lo conservo, solo para ti.

Héctor Eduardo.

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