Es difícil escribir en este mar de gente. Unos vienen, otros van, otros calmos, otros simplemente no están... Como yo, que ando ausente, fingiendo que finjo escribir, y solo escribo pensando en ti... La cantidad de letras, de palabras y oraciones que rezan tu nombre no son suficientes para enunciar la rareza de saber que existes, pero no puedo mirarte, de saber que en el mundo, entre miles de millones de seres, eres la que sobresale, eres la arquitectura perfecta en belleza y que amalgamas al cielo en la mundanalidad y demuestras la existencia divina, de un Dios que te eligió por sobre cualquier otra vida, para llevar su estandarte, para ser su más grande obra maestra.
Eres poesía en movimiento, prosa estacionada en mi lecho, y rima cuando guardas tus ojos en el misterio de tus sueños... Eres brasa en el invierno, hielo en el desierto y gota de lluvia a cielo abierto... Eres el cardumen de mis sentires, la alquimia de las mañanas y el boreal de la madrugada, que cubre mi cara con la almohada de tu ninfa mirada, con apenas acariciar tu espalda, dormiría plácidamente...
Recargo la batería de mis sublimes sentimientos, encojo a la tristeza y le encierro en el baúl que entierro en el olvido... Elevas mi disfuncional alegría, coordinas la sencillez de tu alma, con la nobleza de tu vida, eres el polen de mis sonrisas y el jengibre que complementa a la dicha... Voy saliendo de este trance, me interrumpen de nueva cuenta en mis nostalgias tuyas...
... Después regreso a la vida, regreso al hueco mundo. Al concreto de la longitud de espacio entre tú y mi desangelado yo. Concentro mis energías en prestarle atención a los ruidos en la nueva oficina, en prestarle silencio a mi garganta, que se carcome por volver a pronunciar tu nombre, el nombre de la mujer amada... Y me quedo mudo, en silencio... Sin palabras.
Héctor.
No comments:
Post a Comment