Tengo que ir segmentando cada escuálida palabra somera en que te pronuncie desde ahora en adelante. Ya no tengo más resistencia que solo los recuerdos que evocan tus sonrisas, y en el confort que entrega esta no acción, en la que he residido desde ya un tiempo considerable, he concluido que más no puedo estar. He diluido toda posibilidad de tu encuentro; la materia prima de mis ideas está en veda, pues tiene ya un considerable tiempo en que no te veo y mi inspirada letra se merma, se desvanece... se muere.
Dividir cada uno de tus actos en tiempos infinitos, los hace demasiado cortos, los vuelve efímeros, como un estornudo, como un relámpago que solo encandila con su brillo, pero posterga solo las inminentes tinieblas de la soledad... Segmentar tus episodios en mis recuerdos, solo es como contar la sémola del trigo para cultivar heno que no alimenta, que solo desnutre el corazón y aflige los sentidos, que vuelve marchita a la razón.
Tengo que reconocer que me he visto superado por la razonable expedición que realizan tus apariciones en mis noches, como fantasmagórico episodio de melancolía, surges en mis sueños, me retratas en tus besos y luego te diluyes, para volver al enigma de mis días... Eres ya un mito en mi recorrido, a quien cuento de ti, duda tu existencia, cuestionan si mi razón está afectada y determinan diagnosticarme en locura, en perdición mental... Pero sigo rumorando de tu cuerpo, sigo confinando cada pasaje y cada recorrido por todos tus besos, bebiendo del oxígeno de tus suspiros y exhalando chispitas de tu humor que es el huerto de mi emoción.
Ya no platicaré más de ti, ya no dibujaré tus facciones como estandarte de mi locura. Ya desprovisté al que lea de ti, y le platique de tus detalles que te hacen una en un millón; codificaré cada rasgo tuyo y lo guardaré en el bolsillo junto a los caracoles, junto a mi corazón. Diagnosticaré demencia espiritual por cada triturar de mis coyunturas, producto de la ansiedad de pensarte y no saberte, de percibirte, pero sin tu mirar en mi presente... Por la locura máxima que me ha entregado tu existencia a mi vida, que me tiene descalzo y de rodillas, siempre a tus píes y con tu recuerdo como evangelio sin palabras, en silencio... por ti amor.
Héctor.
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