He releído la mayoría de mis sentimientos escritos en estas líneas a lo largo del último mes... Dictamino en este momento que soy un desastre para la lengua escrita, no puedo encontrar las palabras precisas para invocarte y que dejes un rastro, una señal de ti, un aviso en el diario o un mensaje en la internet... No sé si el exilio en el cual me encuentro sumergido, aplica en general en el mundo entero, en los entornos que manifiestes tu presencia y en donde no, también. Resulta muy contradictorio saberte y no saberte, saber que existes, que navegas como galeón en medio del océano y yo soy un náufrago en medio de la nada, vagando a la deriva, esperando tu salvavidas que me dé de nuevo aire para respirar...
Entre los muchos momentos de mis pláticas con tu dulce retrato, en mis charlas contigo, matinales o diurnas, nocturnas y ya de madrugada, encuentro el común denominador que cada palabra que te pronuncio, lo hago sin emitirla de mis labios, que cada que te acaricio, no toco tu piel, que cada beso que nos damos, es a una distancia que sofoca, que cada que tomo tu mano, me encuentro con que nunca he tenido tacto... Eres tan lejana y tan cercana, como estar tan lejos de Dios, pero tan cerca del cielo, como encontrarme en el desierto con toda el agua del mar vaciada en el oasis de tu recuerdo... Así, como espejismo cruel que devora mi piel, que devora mi sangre y la convierte en hiel, pero que sin tu recuerdo, no puedo beber de tu manantial y no puedo conservar la aspiración de amarte más y más, como te amo cada día más.
Necesitamos reencontrarnos ¿Cómo es que puede resultar tanto amor y tanta angustia en tan poco y en tan largo tiempo? Te esperé por cientos de años, te encontré en solo días, me enamoré de ti hasta la médula de los huesos en solo unos minutos... Y para olvidarte, tardaré todas las eternidades que existan, porque me he dado cuenta que nunca había sentido amor, era algo más, pero no amor, porque esto que hoy me tiene flaco y desnutrido, es el verdadero arte de amar, el arte de saberte y mantenerme a raya, distante, aunque me duela el alma, aunque muera en cada una de esas eternidades en que te ayuno... ¿Cómo fue que tú, mujer hermosa, tan bella y seductora, has sido el revulsivo de mis expectativas de vida? ¿En qué momento me descubriste el rostro y me inundaste de sentimientos? Ahogándome en las mieles de tu hermoso cabello y encandilándome con el brillo de tus ojos chiquitos, pero profundos, como diamantes, como cuarzo que enamoran con solo destilar su brillo...
No conozco la relatividad del tiempo, no conozco nada sobre tesis científicas que manejen temas centralizados en distancias, paralelos o condiciones atmosféricas; lo que si sé a la perfección, es que tu tiempo y mi tiempo, son nuestro entrenamiento para cuando nos reencontremos, me des la única oportunidad de entregarte todo mi amor y que sientas en tu pecho que el nombre real de la palabra felicidad somos tú y yo... Que nuestra distancia que nos separa, solo es una mera cuestión de mediciones en escalas de metros y centímetros, porque lo que realmente nos acerca es pensarnos día a día, segundo a segundo; que nuestra brújula que orienta a nuestro corazón apunta rumbo al corazón del otro, así, cara a cara ambos corazones, sin parpadear, sin detener su palpitar; que por más que te esfuerces en no creerlo, por más que entrometas al razonamiento en pensar negaciones arbitrarias, y que auto engañes a tus mañanas, en algún momento del día, de la noche o de la madrugada, cuando el clima enfríe, cuando llueva, cuando el calor nos abrase y el viento sople, sabes que conocernos tú y yo, es el inicio de todo, que soy hecho a ti, a tu medida y a tu cuerpo y a tus voluntades... Que cuando busques mi amor, te darás cuenta que mi amor por ti, es el amor verdadero y siempre, siempre estaré esperando por ti... En este mundo, en cualquier paralelo en que me encuentre, estaré siempre para ti...
Héctor.
"Es tan corto el amor... Y es tan largo el olvido..."
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