En Cualquier momento en que lo leas...
Mar, esperando que te encuentres bien.
Destinado de la leyenda, la del hilo rojo, la que reza que es el que conduce el camino de las personas que están destinadas a unirse, a encontrarse, a saberse siempre; me he encontrado con el hilo en mi meñique, solo que no le destino su rumbo, no le encuentro el fin a ese hilo... Puede estar enredado, quizás y muy probablemente así lo es, o bien en su estirada tensión, el fino hilo está a un solo jirón de ceder, convirtiendo en cenizas todas mis caricias, toda mi vida... Trayendo el diluvio del sol que solo se percibe desde tu orilla, en el puerto de tu persona, con la rosa azul que tengo para entregarte, pero que jamás verá la luz de tu luz, sin siquiera desenmarañar mi camino de ti.
Blando mi espada para cortar las fibras de ese hilo, quiero desligar cualquier pensamiento de mi ofuscada mente de la conexión de tus sentidos, solo encamino mis pasos tratando de adivinar el rumbo que lleva la fina línea que te lava la cara en mi taza de té... Con la calma de no gritar y de mucho amar, con la intensidad de la pasividad te confieso una vez más que te echo de menos, como sé que en algún momento, si llegaras a leer este cuento, también me extrañarás, aunque sea en la espera de la intuición de tu planeada felicidad.
Tengo el hilo desfogado, como esperando que tu rumbo prodigue la guía a al menos una de sus hebras, para embonarle a su espalda que se joroba con el viento que le araña, y le vuelve la cara a la deriva. Habrá pasado el tiempo y gente, y el almacén de tanto llanto que he guardado en los anaqueles de mis días, se torna en el tornasol de las paredes huecas de mi corazón, esperando volver a escuchar el ritmo de tu respirar; considerando, ya en la lejanía, alguna vez volver a leer de tus ocurrencias y criticar las curveadas y abstractas formas del compás de tu letra... Y que el hilo sea cortito, por el estrecho camino que distancie mi guía de tu corazón.
Se han suscitado muchos eventos, muchas verdades se han estrellado contra mi, como toneladas de nieve han aplastado mi fe, han empujado devastándome... Las debilidades que merman mi fuerza las escondo en uno de tus gorros, en tus sombrero que marcan la poesía de tus movimientos, y entonces recuerdo que debo olvidar al olvido de tus momentos; cuando he olvidado lo que debía olvidar es cuando más te recuerdo, busco explicaciones para nunca más regresar al fracaso del uno para el otro, a este acto teatral fallido, cual comedia triste con final distante me aleja y me pierde, me trae a ti y me ha arrebatado de golpe para extraviarme en el surco que deja la nieve que hasta el hilo que nos junta se ha empecinado en rasgar.
Borra todas las caricias que han dejado mis manos en tu piel, mis dedos en el contorno de tu cara y las muecas dibujando tu sonrisa por mis gracias en ti. Pues a pesar de que tienes tres cuartas partes de mi vida entre tus manos, a pesar de que te entregué mi piel en cada roce que nos dimos, tengo las huellas digitales de tu piel en el corazón... Ya no es raro que te escriba y no contestes, ya no sería raro que no me leas y de mi no te acuerdes, que me hayas borrado de tu aire amor, que no hilvanes en conjunto mis nombres por temor a equivocarte y que en el infinito del horizonte Mar, me prendas y me arrojes en alta mar.
Erraré en diversos rumbos, caminaré diferentes destinos, seré un vagabundo de tus besos, pero el hilo rojo que no nos une, estará al pendiente de que se dibuje en tu dedo, apuntando a mi extremo para cumplir la cabal promesa de entregarte cada suspiro entero, en nombre del amor que siempre te profeso...
De corazón vuelvo la vista al cielo deseando que la felicidad se apropie de tu ser, esperando que de ella hagas tu fiel inquilina y que te encuentres con la dicha de saber que en mi, siempre tendrás a quien te ame con pureza y bondad, pero sobre todo, con todo el amor del mundo para otorgar.
Que siempre seas feliz, Mar...
Héctor Eduardo.
Se han suscitado muchos eventos, muchas verdades se han estrellado contra mi, como toneladas de nieve han aplastado mi fe, han empujado devastándome... Las debilidades que merman mi fuerza las escondo en uno de tus gorros, en tus sombrero que marcan la poesía de tus movimientos, y entonces recuerdo que debo olvidar al olvido de tus momentos; cuando he olvidado lo que debía olvidar es cuando más te recuerdo, busco explicaciones para nunca más regresar al fracaso del uno para el otro, a este acto teatral fallido, cual comedia triste con final distante me aleja y me pierde, me trae a ti y me ha arrebatado de golpe para extraviarme en el surco que deja la nieve que hasta el hilo que nos junta se ha empecinado en rasgar.
Borra todas las caricias que han dejado mis manos en tu piel, mis dedos en el contorno de tu cara y las muecas dibujando tu sonrisa por mis gracias en ti. Pues a pesar de que tienes tres cuartas partes de mi vida entre tus manos, a pesar de que te entregué mi piel en cada roce que nos dimos, tengo las huellas digitales de tu piel en el corazón... Ya no es raro que te escriba y no contestes, ya no sería raro que no me leas y de mi no te acuerdes, que me hayas borrado de tu aire amor, que no hilvanes en conjunto mis nombres por temor a equivocarte y que en el infinito del horizonte Mar, me prendas y me arrojes en alta mar.
Erraré en diversos rumbos, caminaré diferentes destinos, seré un vagabundo de tus besos, pero el hilo rojo que no nos une, estará al pendiente de que se dibuje en tu dedo, apuntando a mi extremo para cumplir la cabal promesa de entregarte cada suspiro entero, en nombre del amor que siempre te profeso...
De corazón vuelvo la vista al cielo deseando que la felicidad se apropie de tu ser, esperando que de ella hagas tu fiel inquilina y que te encuentres con la dicha de saber que en mi, siempre tendrás a quien te ame con pureza y bondad, pero sobre todo, con todo el amor del mundo para otorgar.
Que siempre seas feliz, Mar...
Héctor Eduardo.
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