Me cuesta tanto adivinar tu voz, que sostengo que solo te escucho cuando pienso en tu bella cara... Dicen que cada lectura que uno consulta debe dejarnos algo de aprendizaje, un conocimiento nuevo o al menos una lección que aplicar a la vida; lamentablemente mis escuetas palabras o líneas poco aportan al mundo exterior, a tu mundo Mar, solo le dan un vehículo de desfogue a mis incomprendidos sentimientos. Mis penas a cielo abierto, con constelaciones de emociones, son cometas de amores, ante la aurora boreal de tus ojos que me allanan el firmamento entero.
Me he dejado llevar por la corriente que arrasa en tu marea; he querido ponerte rosas azules en tu pelo, junto al lazo del interminable hilo que se desgaja de la madeja de tus labios, y he alcanzado la confirmación de tu credo, todo esto obrando en el pensamiento de tus actos y tus diarios momentos... Recuerdo con finura de detalle, la entonces plácida modulación de tus palabras, con un dejo de chiqueo en cada pronunciamiento de tu boca, con voz de niña emberrinchada, pero con un tenue confort de ser la melodía que cautiva mis sentidos y exporta mis buenos hábitos del olvido, en donde cautivos desvanecen de desavenencias, de empalagarme con el dulce sazón del timbre de tu voz y en donde como si apenas fuera hoy, coincidieran mis oídos con escuchar cada susurro tuyo, hablándome quedo, calmadamente invocando mi tranquilidad, mientras tomas con tu mano mi mano, y sosiegas mi fe con la intensidad que en ti emana.
Quién diría que significarías tanto, jamás creí que amara tanto a quien llevara tus nombres, Guadalupe, tan cotidiano encontrar en millares la pronunciación de tu nombre, y hoy distingo entre el tumulto al ser más deslumbrante que lleva ese nombre; y me confieso, en total asombro y contra todo lo que en principio habría creído, un Guadalupano desde el núcleo de mi corazón, hasta el hormigón de mi coraza. Porque escuchar tus nombres, enunciados y pronunciados en cualquier sitio, en cualquier lado, son la nieve que enfría la caldera que llevo en el pecho, es el bálsamo que cura mi ansiedad, es el antihistamínico de tus ausencias, y la cortisona que cura la inchazón de no tenerte.
Evoco un fragmento de tanto echarte de menos, de segregar del extracto de mis nostalgias en ti, un poco de tus cualidades, y vaya que si tienes cualidades, pues adicional de ser la mujer mas hermosa que jamás hayan visto mis ojos, de quien estoy perdidamente enamorado, tienes atributos y cualidades poco comunes, pero que te engrandan cual titán ante los mortales... Lo he dicho y lo reitero, eres una en millones, como tú no hay dos mujeres en el mundo y eso es sin dudarlo, lo que me hace extrañarte como un poseso enamorado, como un nostálgico de tu aroma... Como el ensayista de tus cronologías, que me hacen amarte más y más... Te vivo todos los días, aunque todos los días muera por vivir para ti.
Héctor.
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