Tengo las carpetas rosas, marcadas con tu nombre, en ellas encuentro los mensajes que me enviaste con avisos de ocasión, con imperantes señales que nos unían en trabajo, que nos hicieron coexistir, aunque fuera por unas cuántas semanas.
Sigo conmocionado por las brillantes jugarretas de la vida, que me han tomado por sorpresa, que me han cambiado la vida por completo desde que apareciste o bien dirías, yo aparecí en tu vida. Fue algo que hizo girar nuestros caminos, que me ha hecho ser otra persona totalmente distinta a la de antes de noviembre, porque, como ya te lo he dicho anteriormente, soy uno antes y después de ti, cabalmente me he transformado en una mejor persona, en un ser que ha regenerado su existencia, viendo las tonalidades hermosas de la vida, los enfoques bellos que me trasladan, de manera inmediata, a tu costado, para amarte solamente, para amarte en plenitud.
Vivo con la meta establecida, de saber que nadie calza tus alturas, de saber que cualquier otra mujer, que se atreve a cruzar palabra conmigo, de manera inmediata entra en el imposible reto de superar cualquiera de tus alcances... Eres inalcanzable, infinita e inigualable, tu esencia y tu presencia son únicas, tu belleza majestuosa y la colorida paleta de tus palabras son el mandamiento divino de lo que me has convertido y en lo que seré en el resto de mis días... Convivo con tu recuerdo, pero te tengo tan en mi, que hasta tus carpetas rosas siguen actualizadas y con tus palabras como mi guía espiritual...
Héctor.
"Cuando la vida te presenta a la persona indicada, no lo sabes... Lo sientes"
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