No me ha quedado, al parecer, claro cuál es el rol que se funge como cuentista o como aficionado de escritor. Hay veces en que me sumerjo tanto en el personaje de escribir, que olvido que la realidad es precisamente lo opuesto al tema de las líneas... La Doncella, la hermosa princesa de mis cuentos y mis poesías no ha vuelto, y creo que no volverá más, sin embargo, el corazón se aferra a su recuerdo y a su hermosura. Es artístico el ensayo diario de esperar por su llegada y que ella no aparezca, es como un atesorado anhelo que se tiene de saber lo que no se dará, pero aun así se sigue en pie, a pesar de la ventisca, a pesar de la enorme tormenta... A estas alturas, sincerándome, no creo que ella llegue a mi puerto, la última semilla de mostaza que hay en mi fe se va consumiendo y su velero, ya lo diviso navegando en aguas profundas, en aguas que son de otra costa y en otro embarcadero.
... No veo el segundero de mi descuartizado reloj avanzar, sin que me pregunte si ella aparecerá, contradiciendo todo lo anteriormente dicho, como acto de magia, como entrada a bambalinas, a exponer su mejor gala, a relatarme su mejor poesía que es su presencia misma, que es la de la dicha... Sin embargo, todo esto es apego en vano, es auto compadecer a mis sentimientos, frágiles como cristal cortado, de que algún día la veré, pero solo entiendo lo que quiero entender, solo entiendo lo que mi cuerpo pide entender, pero sin sustento, sin apegarme al plano de la realidad... Su últimas palabras fueron en alusión a otro tema, y a esas cosas que siempre se realizan en el compendio de procesos pre fabricados desde nuestra cuna, desde nuestra concepción... Y entonces llegó el infinito silencio, el aire quedo del no hacer un solo ruido, de esperar y esperar, y esperar.
Quito el esparadrapo que nubla mi vista, y tras él se van las ilusiones de una, hoy en día, fantasmal vida. Tomando las cuentas finales, el plano de lo real y lo irreal está apenas sujeto con un fino hilo, en donde puede uno estar sujeto a sentencias de los entornos que son parte de la realidad o parte de la realidad que uno quiere entender, pero solo es un quimérico espectro que nos envuelve entre sus tentáculos para hacernos su presa e inyectarnos con su manía y su flagrante ilusión de hacernos amar, y con ese amor engendrar universos, crear vidas entorno a su vida, de ser espectador de sus rutinas, sin saber nada de ellas, pero imaginando cómo pasa su vida, llenándonos las manos de su grandioso respirar, consumando el amor con su sola compañía, para luego perderla, como una condena; La encuentro y la pierdo, y una y otra vez veo que se aleja, se desvanece, y se pierde en el ocaso... En el infinito de sus tempestades, en el infinito de su olvido, quedando solo las migas de lo que mi mismo artilugio llamado corazón pre fabricó, pero que sabe a bien, no es más que un vandálico acto de defensa, para no rasgarnos con el pesar de su verdadera y absoluta ausencia.
La era de mis días de idilios al amor han quedado atrás, ya no estoy para tanto amor, para tanto dolor, ya no estoy en mis cabales de tanto extrañar y en consecuencia, en ausencia de mis sentidos me declaro no competente en las arduas labores de amar a quien solo debí haber querido y en veda amado... Entro en una nueva era, en donde vale la vida una cuarta parte de todo lo que anteriormente conjugaba como un paraíso, y en su estrecha valía, deshago todo este escrito y me desdigo, cual cobarde ser sin palabra de honor, re cotizo el valor de la vida y le entrego sus tres partes faltantes para no renunciar a un amor tan grande, tan asfixiante, pero que sin duda, le da motor a mi vida y me tiene en vilo, para soportar nuestra diaria agonía... Continuo con esta cruzada de amar, pero con la cautela de saber que solo yo soy quien amará, no esperando más, no anunciando el milagro, no deseando el regreso, solo amando, porque el amor nunca jamás se exige, simplemente se da...
Héctor.
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