Hablando de ruido, recuerdo el ruido de sus pasos en la duela del piso de aquella oficina, recuerdo cuando de improviso me levanté, la sorprendí cuando sus manos tomé, llevándolas a mis hombros y le propuse bailar, y bailamos, un vals mal entonado por mi, tarareando los sonidos desde mi garganta, tomándole su cintura y ella uno de mis hombros con su mano, y con la otra, tomando mi mano; bailamos, y la amé por completo, y la amé para toda la vida, y amé como más nunca antes hubiera amado, y detuve el tiempo, y en ese preciso y eterno momento de nuestra balada de amor, compuse todas las letras que desde siempre y hasta hoy destilo, le ensayé desde los píes hasta el filo de sus cabellos, conté cada una de sus pecas en la frontera de su nariz y sus mejillas... ah, sus mejillas, si les contara cuánto veneré ese espectáculo de multicolores naturales, con esculturales pómulos y tonalidades sonrosados; y le maquillé sus sonrojadas mejillas de queso, si, hasta ese puntito rojo que siempre amenazaba a los demás, amenazante con armar una revolución en su armónica cara, y contemplé sus gafas, con su brillo conmensurando mi retina, y su curveada nariz, como imitando una luna nueva, tan bella, tan pálida, tan pacífica... Y pasaron muchas horas, en las cuales le pinté en el pizarrín de la pared algunas leyendas de ternura, otras fueron escritas por ella, en otras ocasiones, mientras seguíamos en pausa, en medio de nuestro baile, le dibujé una tortuga, pero sobre todo plasmé mis ojos en ese cuadro artesanal, para poderla siempre contemplar, aterrizado a sus píes... Y la amé aun más, todavía si se puede mucho más.
...Después el tiempo se recompuso, pasaron unos cuantos segundos y nos separamos, pues habíamos olvidado por entero el papel de no amarnos, de no querernos, nos salimos de ese libreto, por unos segundos, por unos siglos enteros, fue mi princesa y yo su galante caballero, fuimos felices para la eternidad... Retomamos la compostura, recordamos que no debíamos tentarnos, pues las consecuencias en ella serían enamorarse completamente de mi alabanza, y de pasar eso, nadie jamás hubiera separado nuestro beso, nuestro deseo, destruyendo al amor, porque el amor se queda corto, se vuelve concepto vacuo comparado con esa utopía que sobrepasa cualquier dimensión de amor, es mucho más, es Sol radiante para la humanidad... En el marco de ese vals, transcurrieron milenios mientras le adoraba, aprendí a amarla por completo, aprendí que jamás podría dejar de amarla y que siempre la llevaría impregnada en mi alma; descubrí que nuestro ritmo de píes es idéntico, y que entre ambos, somos dueños de dos píes izquierdos, que mi mano tomando su cintura es la sucursal infinita del cielo y que por siempre, la llevo, a pesar de mi enojo y mis negaciones, en mi pecho, pausada, en cautivo respiro, para briscar mis angustias, con un mojo de su brillo... Bailamos ese vals durante muchas vidas, durante muchas reencarnaciones, pero solo transcurrieron unos cuantos segundos, unas cuantas respiraciones... Y todo volvió a la normalidad... Al ayuno de nuestro vals.
El piso que martillean, lo que pudo ser la plataforma para nuestro vals. |
Héctor.
Ruuuuuuunnnn ruuuuuuuuunnnn, ahora es el ruído de una sierra eléctrica y lo que queda del día...
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