Wednesday, March 02, 2016

Platiqué de Ella...

Cuando pienso en el mes de marzo, por las tres primeras letras y su secuencia, me parece que la nombran a ella, parece que tendré treinta y un días para que cada que se nombre este mes, me venga el pantallazo de su mirada y su rostro por las mañanas...

...Hoy platiqué de ella en el almuerzo, bromeé un poco pensando en sus muecas, contemplé cada detalle de su hermosa mirada, desde los párpados, hasta los pómulos, desde sus pestañas hasta sus arqueadas cejas, con el toque de sol resplandeciendo desde su brillo hasta mi encandilada mirada.

En mi idilio de amores no complementados, en medio del restaurant, platique de ella, crucé anécdotas de cuando sus pies punteaban mi píe, y de cuánto la amé, por el solo simple hecho de ser, de cuántas veces cruzamos miradas compinches de nuestras vivencias guardadas, de cuando el diciembre nos nevó en esa alcoba y el otoño me retiro sus labios de caoba. Platiqué de ella, confirmé que mi sentimiento es amor verdadero, que es una melancolía de necesitarla en mi, para mi, junto a mi, pero entendiendo que ella tiene otras prioridades: como dijo Sabines, si ella no lo quisiera, ella me quisiera a mi; pero lo quiere y yo soy el mantel manchado en esta mesa, soy el cuadro descuadrado y la sal que amarga su dulce existencia.

Platiqué mucho más de ella, me devoré un par de platos de su recuerdo, añorando tener juntos esa merienda que nunca tuvimos, de ir a desayunar ese platillo que siempre le presumí y que en algún punto nos olvidó. Platiqué de sus finas manos, esas con dedos espiritualmente esculpidos en el arte de su fiel hermosura; platiqué de sus mejillas y su rubor, de su sonrisa y de sus labios, su grosor; de su sensibilidad a que le den un mordisco en su lóbulo, o que le encanta que le digan cosas bonitas; Platiqué de cuanto le encantaba el cuernito con jamón, o su café con sus tapas azules para darle el punto exacto de sazón. Describí como le acariciaba su cabello o le tomaba su pantorrilla, para surcar su piel por ese rumbo, por esos senderos... Tanto platiqué que no noté que los comensales miraban de reojo mi recital de palabras de enamoramiento, tanto platiqué de ella que no noté que la mesa se encontraba sola y solo con mi jorobado esqueleto, que solo me acompañaba el alimento y la bebida, que me embriagué con el licor de su lejanía, que me perdí en la gula de enunciarla y por lo tanto, todo mundo me juzgó por mi tristeza y el dejo de llorarla, en mi hora resquebrajada...

No me importó, seguí platicando de ella, aunque solo hubiera una sola persona que me escuchara, aunque solo fuera yo, quien la escuchaba, aunque solo sea yo, el que más en todo el mundo la ama...

Héctor.

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