La lluvia incesante no deja de caer, en el cielo hay un gran conflicto familiar, pues sus gotas reflejan que han notado la ausencia de su ángel más hermoso, han encontrado el cautiverio de tu lejanía, gozando tu prófuga huída y bendiciendo a quien te rodea con la luz de tu existencia y gloriosa compañía. Eres el cielo abierto que me cubre de brisa por la mañana, eres el fresco que me cimbra de madrugada, eres la serena calma antes de la tormenta, eres el arcoiris que surge entre la lluvia y su clemencia.
Entre tanta lluvia y nubarrones, entre tanto viento helado y deseos de refugio a clima templado, nada me moja, nada me enfría, nada me entumece, solo el rastro de tu sonrisa, solo los charcos de aquella vez que vi tus lágrimas correr por tus mejillas, solo la precipitación de tus enojos, y la salida de tus costas cuando te marchaste olvidando mi olvido. Aunque esté a cielo abierto, los relámpagos con que has encandilado mi vida siguen con sus rastros seculares, el escalofrío que cursa mi columna, como trueno que impacta en campo abierto, es el copioso sentimiento de amor y apología que hoy vivo pensando en tus huellas, pensando en la tormenta que aun llevas resbalando en mi chamarra, en la lluvia que has mojado dentro de mi alma.
Entre tanta gota de la lluvia que me hace entrar en trance, entrar al diluvio de tus besos en mar adentro, me declaro en veda de tus besos, me declaro ausente de tus pensamientos y me declaro fiel devoto de tu firmamento... Mar de mis tormentas, Mar de mi cielo abierto.
El Cielo amenazante con arrojar cada una de tus lágrimas, dentro de mi pesar. |
Héctor.
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