Cuento cada uno, en su cuenca gasterópoda, los caracoles que me sembraste en la planicie de mi pasado, palpando su tersa textura, arropando a mi tacto en sus húmedas espirales que agazapan mi inspiración, irritando mi piel con el filo de tus recuerdos, irritando mis recuerdos con el plano de tu papel... Esos caracoles, que le dan mareo y vértigo a mi corazón, que le sientan un precedente de alegría y vacío, de tristeza y melancolía que me alegra la vida, son el fruto maduro de nuestro encuentro, de nuestra aventura junto al mar, nuestro Vesubio en medio de tanta yerba, en medio de una alcoba, en donde solo nos arrojamos los dos, a la pasión y al amor.
Veo la forma de los caracoles y encuentro muchas formas en su forma; como un rostro que exhala su aliento; como el árbol que enrama su incipiente tronco a su robusto follaje; como un cometa con su estela en el cielo; como la luna contemplando en silencio, todo lo que soy y lo que debo, todo lo que no tengo y el cuánto te recuerdo... Lo que más percibo en esos Caracoles decembrinos, en esos Caracoles que me has vertido, es el aroma de tus besos, es la esencia de tu cuerpo, es el perfume de tu pausado respirar, de tu quedo hablar, de tu solemne mirar, del asertivo sustantivo que pronuncias, de lo que callas y lo que piensas que tanto te ha hecho dudar...
Como las espirales de esos Caracoles, hemos fraguado nuestros destinos, hemos conspirado en contra de la voluntad y el designio divino, criminalizado el sentimiento y hecho fugitivo al cariño... Hoy en día, deseo mucho de la vida, deseo que de un giro, como las curvas de los Caracoles y me ponga de nuevo en tu camino, que me coloqué en el centro de tu mapa y seamos de nuevo en uno solo el destino; deseo entre tantas cosas que me dibujes estos Caracoles a raudales, que sean no cientos, sino millares, que toda la tinta entera sea nuestra sangre unida, que los Caracoles griten que eres mi vida, que se reproduzcan en cada una de las hojas que nuestra vida les comparta.
En la cascada de Caracoles que me has heredado, me empapo con el agua que densa con la brisa del suave contacto de tus manos, del armónico recorrido de tu voz cuando escribes y la llovizna que emiten tus labios cuando me susurres estas líneas, aunque hace siglos, hace milenios que no me leas, que no me pienses y que no me recuerdes... En tus Caracoles yo me encuentro habitando cada momento que engrandece más tu eterna grandeza, en tus Caracoles te encuentro, en cada recuerdo que perdura para hoy y para todos mis mañanas, de que alguna vez fuiste mi amada princesa... En tus Caracoles curvo los ciclos infinitos del tiempo, haciendo arte con las distancias y los recuerdos, creando paradojas de repeticiones de los mejores momentos que hemos vivido, en los que siempre por los siglos de los siglos... Yo te amaré.
Caracoles que circundan nuestra existencia... |
Héctor.
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