Y me dejaste con la marea de sensaciones en el acantilado de todo este vacío. Todo un holocausto de emociones, saberte para perderte, reconocerte de nueva cuenta solo para que me dijeras adiós, sin importar un poco lo que uno es como persona, lo que uno siente y lo que uno se plantea de vida, de sueños y expectativas.
Me siento como un ladrón de sueños, como un malhechor que tiene como pecado amarte tanto, y solo agacho la mirada mientras tu te vas ¿Por qué me insistes en no insistir? ¿Por qué me atrapas en sentir de nuevo tu indiferencia, la hiel que demuestras a este, tu siervo, que solo se vanagloria a si mismo de haber probado de tu miel, y haber caído sucumbido en tu adicción.
Esto no puede ser, vuelvo a la etapa de la negación, vuelvo a la carga de sofocarme en la avalancha del escenario de tu olvido ¿Con qué libertad me lanzas a los leones? ¿Cómo has podido olvidarme de facto, cuando tú antes me pediste que nunca te olvidara y no lo he hecho y no lo haré?
Fue agridulce saber de ti, fue placentero cruzar caracteres, cruzar ápices binarios entre tus deseos y mis temores, entre mi fantasía que viste y calza tu nombre y el miedo y rechazo que lleva mis formas y mis pasos... Estoy dispuesto a esperar la nada, a esperar el infinito de tu tiempo, la calamidad de mi sordera y cegada hambruna de ti, de tus palabras y tus abrazos. Luego de aguantar tantas distancias, puedo soportar otra más de tus distantes aclaraciones, puedo dejar de insistir en no insistir, puedo dejar de cuestionarme lo que no me había cuestionado... Y lo que quieras contra lo que yo quiera, no lo quiere nadie, solo quien no ha querido... Y yo he querido mucho, pero sé que en algún momento, todo pasará... Y sin embargo, ya pasaron los meses, pero no pasas tú.
Héctor.
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