Ya dejamos lejano a diciembre, y se ha adentrado la parte central de este año, han pasado muchos meses, muchas historias te he contado y no se siquiera si las has leído o ya me has olvidado... He escrito hasta sangrar la mano, he callado hasta irritar mi garganta de tanto que tengo por hablar, compartir e ilustrarte... Han sido solo unos meses, pero en medio de este frío de abril, han sido como cien años, como muchas historias embotelladas al mar, como muchas cuencas no visitadas, como un horizonte marcando nuestro rumbo entre los dos... Lejos, muy lejos uno del otro, muy lejano tu amor de mi amor.
Cada que escribo pensando en ti, Mar, tengo un extenso repertorio de ideas, de cuentos, de invenciones y verbo a granel, en abundancia y consumible; a veces me da por pensar, aunque salga muy mal herido, y dejo de sentir cuando solo pienso en ti, cuando solo siento entumidos los dedos, de tanto frío; frío proveniente del alma, frío que escalda al corazón, que nos entumece los dedos y que hace invierno a pesar de este abril.
Mis días están contados, estoy por terminar este ciclo aquí, en esta cortina de plástico, en esta quimera llamada trabajo, en este monótono agonizar, viviendo en el fondo, atrapado en este sótano, sin tener nada, más que el recuerdo de tu ayer, más que la aurora de tus cabellos, otroras cafés, más que el diluvio de tus besos de aquella noche, que parece que fue ayer.
No fue un acto de desconfianza, este frío no fue producido por culpa de la desconfianza, no, este frío es la calamidad surgida de mis penas, de pensarte y amarte como te amo, de añorar conocer un poco más la obra de tu teatro, de tener el boleto en mano a la función de tus encantos y perder la entrada justo al borde de tus peldaños. Este frío que es intermitente, pero arrecia más por las mañanas, es la ventisca que me sacude y me inunda de tus recuerdos, es el fruto que aun vive en la rama del ciruelo, es el augurio de seguir viviendo a base de tus recuerdos, es recordar que he olvidado la tonalidad de tus silencios y que tus ojos ya no reflejan a escondidas lo mucho que ya me estabas queriendo, pero que lo guardabas para ti solita...
Me quedo con este abril, con esta tristeza que llevo de bandera, con esta miseria que se antoja es mi estrella, pero con la tranquila convicción de que tu vida vaya en bien y felicidad, que mi lejanía sea el recuerdo de tu compromiso contigo misma por ser feliz, porque si yo no estoy en ti, es porque sin mi seguramente eres mucho más feliz que nunca más, pero si dejas la dicha y el encanto, entonces entro yo, para recordarte la sustancia de la felicidad, y el ejercicio diario de enamorarte y procurarte más, para que puedas amar y consigas mantener tu felicidad... Mientras tanto, me resoplo las manos, y calmo un poco más este frío sin ti, este frío de abril.
Héctor
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