Cuando coincido con la coincidencia del recuerdo de tu rostro, es cuando fraguo mis mejores odas, todas ellas con tus nombres y apellidos, como cascadas en medio de un arroyo, como refrescante rocío en medio de la mañana... Siendo sincero, tengo reservado un velero, calculando un viaje a tu regreso, para robarme tan solo un fragmento de tu sonrisa, esa que aun guardé en mi mochila, junto a los caracoles y las deshilachadas letras que comenzaste a puño y letra, y que jamás terminaste.
Concuerdo con la premisa, de no olvidar olvidarte, sin embargo, es natural que la desmemoria nos posea, pero el sentimiento perdura, como aquella letanía de Neruda en su Poema XX, como aquel fragmento en nuestras compungidas travesías, como aquellas tardes por la avenida, como aquellos besos, como cuando alguna vez conmigo te tenía.
Surcarán mis noches por las playas de tus tristezas, ¿pensarás cuando seas feliz en mis tristezas?, siempre cruzaremos el hilo rojo de nuestro camino, vertiéremos ideas con la fragancia de nuestras caricias, con las marcas de tus finas manos, y con lo dulce de tus tersos labios... Siempre estás en mis pensamientos, siempre concedo tiempo a tu dulzura, a revivir cada minuto de aquellos segundos en la habitación de la noche del veintidós, y en verdad que la sentencia de Neruda es tan cierta y tan profética, tan condenatoria como exculposa, tan llena de verídica predicción que es un placer sufrirla y gozarla en su agonía, como señal inequívoca de que alguna vez tuve vida, de que alguna vez te quise y ya no te quiero, pero te quiero y nunca querré no quererte, te quiero y quiero no querer ya quererte, pero más te quiero aunque olvide no recordarte y entonces te quiera más... Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Héctor Eduardo.
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