Monday, June 26, 2017

A Diecisiete Meses Desde tu Partida. (Post Data)

... Comienzo mi historia con suspensivos que delatan el atropello del tiempo a tu recuerdo. Eres cual estrella fugaz en mi vida; efímera y abundante, brillante e incandescente, única e irreemplazable...

Han pasado, no sé, diecisiete meses desde tu partida, desde aquel enero ocho cuando la pluma del reloj marcaba las catorce, en la esquina de tu hogar, nos despedimos, con un sólido abrazo, pero con mi corazón herido y el buche lleno de palabras por decir; quedándonos, tú con una bufanda con mi entonces fragancia y yo con una carta de tu puño y letra a medio escribir. Coincidí con la vida que debimos darnos el tiempo y la dilatada distancia que jamás ha cesado; comprendí que estás en el punto culminante de tus sueños y si estoy en ellos soy la pesadilla que los rasga, dejando jirones embelesados de pena,  perjurio de incertidumbre y enredos, como espaguetti entramando malas maneras. Me percaté que lo que siento en el pecho es para toda la vida, y que toda la vida no es nada si no te tengo aquí en mi pecho.  Y hoy, a diecisiete meses después, desde aquel enero ocho cuando en la esquina de tu hogar nos despedimos, me doy cuenta que fue exactamente en ese momento, por las dos de la tarde, con el día seminublado, el acarreo de los coches andando y el bullicio de la vida cristalizado en el asfalto, me doy cuenta, que en ese instante, fue justamente cuando nos conocimos...

Porque cambiaste la historia de mi vida, mi tiempo, mi ritmo y mi todo, porque dejé el protagónico de esta fábula de novela vieja y me convertí al antagónico y estridéntico folclor de mis emociones que son todas para ti; que he bajado la barriga y que ya no sigo mis pasos, sino los utópicos andares por donde quizás tú transites, dichosa y plena, convencida de mi lejanía, apegada al tiempo que marcaste fuera de nuestras vidas. Nos conocimos a la distancia y sin vernos, aprendí a amarte en veneración y suspenso, en credo y arrepentimiento, con la dosis justa de la morfina de tu sonrisa y con la inyección de ánimo que me da saberte viva. Te conocí como conozco al viento, como conozco la estación de radio que dejaste sonando en el estéreo, como tu predilección por los dramas de Otello, y por saber que no es conmigo con quien disfrutas un beso. 

En ese mágico momento, el de nuestra despedida, comenzó la cuenta regresiva, inició el clic clac del reloj que nos apunta un día a volver nuestra mirada al alma y juntar nuestra vida, que a pesar de no verte, te veo, que a pesar de no oírte, te escucho y al cabo de las tres en adelante, todos los días, siempre te pienso, siempre te sonrío y comienzo mi algarabía dedicada a ti y a tus recuerdos; figurando que te hago el amor como nunca lo hicimos, te obsequio por completo la eternidad en un menú de caricias y besos, te enseño mi corazón al descubierto, y te concedo todos tus deseos.

... He cambiado de empleo, he cambiado de vicios etéreos, he diseñado mi vida a esperarte por entero, a jugarle al adivino gurú, y restaurar a la felicidad como inquilina y anfitriona en la fiesta de tu llegada, versando epopeyas de rimas que conjuguen tus nombres y remembran la fiesta de mi boca cuando besaba tus labios, tersos como almohadillas y suculentos como uvas tan exquisitas, como cuando acariciaba tus hermosas piernas, en una escena robada de mis fantasías, en un latifundio de pasajeras vivencias eternas, de palpo divino y lujuria perversa, cielo en cama, cama y suelo... He hilado tu listón rojo del meñique a mi esencia y si antes no le encontraba sentido  a tus dilemas, hoy los siento profundos e indelebles al tiempo, que me tiñe de plateado las sienes y de arrugas mis letras...

Ya pausando mi verborrea incontinente, te ofrendo entera mi alegría, te entrego en un manojo mi fe y  recaudo para la veda un poco del aliento que me da saber que un día te besé... A diecisiete meses desde tu partida, desde aquel ocho de enero, cuando el reloj dio la hora de irse a casa y terminar, no he vivido un segundo sin este pesar, y no ha pasado un segundo a pesar, pues aun estoy al lado del coche esperando por ti, y soñando que un día vas a regresar...

Héctor Eduardo.


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