Alguna vez le escribí a las gaviotas, alguna otra vez a las estrellas, en otra ocasión a alguna musa o ninfa que adornó mi alma de calor en primavera... Hoy siempre Te escribo a ti, porque en el fondo, espero que me leas, que esto sea tan personal, tan privado, solo entre tu y yo, como el Milagro Secreto de Borges, así, algo que solo dos almas en medio de siete mil millones más puedan saber. Un secreto que todo mundo presenció, pero nadie vio. Este, mi confesionario, mi sala de verdades, mi escritura en tinta digital, la cual Amo cuando no emerge en sal, cuando no sale de este mundo al espacio sideral, que cual Marciano fuera de su nave espacial, no encuentra el rumbo, y colisiona con si mismo, con otros planetas que no son él mismo, que no son más que quiméricas sombras que proyectan falsas expectativas de ser tú, pero solo son tinieblas frías, de un ocaso que ya nunca volvió a transcurrir.
Mi fe, mi esperanza, mi riqueza y mis ilusiones coexisten entre si, pero todas tienen un puñado de ti, de tu recuerdo, de la atmósfera que encierra el misterio de los hermosos arcos que forman tus cejas, de tu mirada cristalina que me mantiene coherente y firme en mis convicciones, de esos labios que aun tengo perpetuados en los míos, de ese suculento y fino cuello que me embrujó e hizo perder mi razón. No digamos de esas manos tersas y delgadas, Nunca vistas antes; como cuerda de un arpa, como porcelana en acabados de granito y mármol, poesía hecha dama; y ni hablar del resto de tu cuerpo, pues a mi parecer, obra más perfecta y exacta Dios no pudo haber creado... Cuando más quiero claudicar de ti, mas Te recuerdo y mas me aferro a ti, a esta plática sin fin, a este ensayo que nunca entrego, a este ejercicio de jugar a olvidarte, que siempre Olvido cuando es el comienzo y cuando es su fin.
Por lo pronto seguimos firmes a este monólogo, a este espacio que solo tú y yo debemos a la vida, a esta pradera llamada Palabras y Garabatos, que se mantiene verde y llana, floral y de parcela verdosa, un paraíso solo en tu honor, en mi devoción a ti, en mi rendición al recordar tus palabras, y que nutre cada una de mis líneas, de amor y del recuerdo como evidencia de que existo y existes, como evidencia que se erosiona por el tiempo, y quizás algún día se extinguirá.
Héctor Eduardo.
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