Vamos a suponer que nunca nos besamos, vamos a suponer que nunca me enamoré de ti, vamos a suponer que nos olvidamos, que todos los días no te pienso y que no te has convertido en la mujer de mis sueños. Ahora bien, en este hipotético mundo, un mundo raro, percibo la felicidad como un fresco aroma matinal, como una fragancia que inunda totalmente mis sentidos, que extermina cada una de mis inseguridades y que me lleva de camino hacia un precipicio de grises sin matices.
Mejor vamos a suponer que nunca me abandonaste, vamos a suponer que nos fugamos juntos, que llevamos tres años siendo tú para mi y yo para ti, fraguando una vida en comunión, una aventura sin principio o fin, con los jilgueros de nuestros idilios en cada beso, con las caricias que enchinan la piel como receta de la felicidad, con la constante de un Te Quiero en el desayuno y un Te Amo después de la cena y la certeza de mil mañanas despertando a tu lado, convertidas en poesía quieta, como una pausa a la realidad y el trigo que alimenta cualquier esperanza para la plenitud, dicha y felicidad.
Vamos a suponer... Lamentablemente la suposición no forma parte tangible de este universo en que nos hemos enrolado, la suposición es especular sobre lo que uno desea y no fue, la suposición es un nardo con aroma de tristezas y nostalgias... La suposición refleja que aun vivo extrañándote a ti mi amada, como desde aquella mañana que ya no cruzaste más tu mirada y mi mirada.
Héctor Eduardo.
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