Sunday, November 20, 2005
De largas y cortas horas...
Saturday, October 29, 2005
Anochecer...
Es cuarto para las once de la noche... Como verás no tengo mucho que hacer, podría elejir entre dormir, ver una película o estar aquí pensándote, y me quedé con esta última... Te escribo porque mis dedos corren y recorren sin detenerse un sólo instante a pensar qué tanto dicen; recorren recordando como rozaba tu tersa y humeda piel, !ah tan lejano!, cuando tocarte era encontrar cielo en un par de miradas; era la afinación de mi desvencijada guitarra que ya no suena igual, y porque además el viejo mango, donde tantas tardes con mis desaparecidos loros, ya no está aquí, como tampoco lo estás.
Recuerdo cuando te encontré, por un Octubre maravilloso, como este, de Lunas distintas, bien dicen que las Lunas de Octubre son tan hermosas, y hermosa como Luna estabas allí, con tu piel pálida y blanquita, blanquita de puro amor. Te vi y me levanté de mi adormilada vida, descubrí más colores a mi grisacea existencia y llenaste de alegría tantos atardeceres, tantos amaneceres.
Fue magia y vida, luz y sonrisas. La magia que provocas, la magia que ya no está a mi lado. Solo atino a asomarme a la ventana, y mi vida está a tu lado, veo las estrellas claras, y a través de ellas, me doy cuenta que esa magia sigue existiendo, que a la distancia, allá lejos donde estés, seguirá emanando esa luz que solamente fuiste capaz de dar, porque si la vida nos ha puesto en lados distantes, debemos de sonreir, porque sabemos que lo nuestro es un triunfo, que fuimos los más felices, y en otros presentes, en otros paralelos, tú y yo aun nos amamos como ayer, como hoy y como mañana. Porque cuando fue tan grande el amor; la vida misma no es capaz de olvidar y de cerrar historias tan hermosas, tan auténticas... como la nuestra.
Héctor Eduardo
Thursday, October 13, 2005
Problemas Gauchos...
Wednesday, March 09, 2005
Lleno el buzón...
Friday, March 04, 2005
Sin nada en el estudio
Thursday, January 20, 2005
Un Adiós que no Escuché...
Un Adiós que no Escuché
Qué absurdo resulta no tenerte en el balcón de mis llegadas. En el sofá de las ardorosas noches que nos faltaron vivir. En la seguridad de los ‘te amo’ que acariciaron mi rostro hasta dejarme dormido en las faldas de ese amor que derramabas sobre mi alma extasiada. En el borde de mi cama, a orillas de mis ganas. "La eternidad no se aplica en el amor, como en el cielo", y vaya, ¡qué frase!
Me desangré en el campo de batalla por una guerra que me dio por perdido apenas parido. Qué ilógico, si poseo bajo la cama, un baúl repleto de húmedos besos por sobre la barbilla, de caricias bajo la línea de la cintura, de orgasmos amalgamados a un amor que era mutuo y era grande y era nuestro, un sin fin de fantasías, trescientas poses, trescientos y pico de días... y un te amo.
Qué tamaño desperdicio de sentires, si en el placard de mis esperanzas dejé escondido sobres desbordantes de fantasías y sueños con remitente en el brillo de tus ojos, en el calor de tus humedades. Si en el frasco de mis fuerzas quedó latiendo en agonía el deseo de seguir peleando a pesar de todo, a pesar de nada.
Qué despropósito tan humillante quedarme con tantas cosas y no tener nada, mirar a los ojos de un recuerdo y verme feliz como nunca, abrazar al vacío entre mis brazos y aún percibir tu aroma, recostarme sobre nuestra cama y sentir el calor de tus líneas.
Quema la nostalgia cuando el amor sobrevive en un solo pecho y hace nido con los despojos del después. Arruga a la frente de la ilusión, que envuelta en el pretérito de un ‘te necesito’, se torna marchita y pierde su esencia. Quiebra la espinilla de lo que soy para dejarme caer de cara al piso sin posibilidad de levantarme para buscarte.
Qué inútil resulta emplear entre tus cosas el verbo "extrañar" agregando "con locura", cuando bien se sabe, siempre queda algo tras los adioses arrancados con las oxidadas y contundentes tenazas del destino que es perro y cruel.
Tu cepillo de dientes se arrima a mi pasta dentífrica, mientras tus medias favoritas se entrelazan enamoradas a mis indecorosos calcetines con más agujeros que el techo negro de la noche...
El tequila golpea el fondo de mi vaso, con la misma devoción acariciara con su áspera palma de fuego a mi garganta sin palabras. La noche entierra a su luna en mi memoria y tres lágrimas forman un río en mis mejillas que serán océano uno de estos días.
Qué absurdo resulta no tenerte si hace apenas unas horas, el primer llanto de nuestro gran sueño estalló de entre tu nido con la furia de la vida, mientras el destino que es cruel y es perro, decidió dormirte para siempre, con los ojitos hinchados y la sonrisa tranquila tras un adiós que no escuché.
Héctor Eduardo