Este es muy, pero muy especial, es todo tuyo, completamente pensado en tí, ya lo tienes (si es que aún lo conservas) y quisiera que lo recuerdes, como te recuerdo mi Morenita, cuando me leas a través de los años...
Hasta ese momento, y a pesar de que antes había pisado la arena, supe de mojarme los pies en el mar. Nunca me detuve a pensar en la inmensidad de los océanos, ni en la lejanía infinita de la raya del horizonte. Jamás seguí un vuelo de gaviota, porque no me daba cuenta que estaban allí para mí solamente, y para quien yo decidiera regalarle alguna.
Nunca me puse a contar las estrellas como aquella noche en la playa. Iba por la número veintidós, cuando a mi derecha, un aire tibio con olor a suspiro, una mirada llana con olor a azucena y unos labios nuevos como de primer beso, me interrumpieron la cuenta, y las vi a todas juntas como a una bandada de gotas de lluvia corriendo en la ventana, como miles de chispas saltando en desorden cuando el leño arde... Como ardía yo.
Te creía gigante e impalpable, como lo imposible... Como tu aura, y en el lento transcurrir de estos acelerados años, todavía me pregunto, ¿Qué había de mí que te pudiera servir? Aún no lo averiguo, pero dividiste mi humanidad y mi historia, como se dividió la historia de la humanidad con la llegada de Cristo. Trazaste una raya en el continente de mis emociones, como cuando América vio el primer marinero arrimarse a su orilla. Le agregaste constantes a mi voluble existencia, y me inventaste un diccionario de palabras de amor. Aprendí a decir "Te Amo" con conocimiento de causa, y diste un toquecito de hogar y chimenea a mi fuego apagado y a mi olor a humedad.
Aprendí gracias a ti a fijarme en las partículas de polvo que proyecta el rayo de sol a través de la cortina, y si antes molestaba, ahora le da el por qué al amanecer y al desafinado canto de los loros en el mango.
Te preguntarás por qué ahora, después de todos estos años me acuerdo y te cuento. Sucede que decidí pedirle al capitán del avión que parara en una nube con forma de guirnalda, y me dejara bajar. Me preguntó ¿para qué?... y le dije que quería estar solo de los ruidos, de la gente que me llega cuando te quiero pensar. De teléfonos que suenan en el momento más importante de mis nostalgias en ti. Del cemento y las bocinas. De las cucharitas batiendo el café, de las mismas películas y los mismos trayectos. No me dejó bajar, pero se me ocurrió volver a mi asiento, cerrar bien los ojos, hacerme el dormido... y a la vez me dormí. Se me fue volando la mente en reversa hasta aquella noche de arena y estrellas, de mudos susurros con ruidos de mar.
Me desperté... y despierto aún puedo oler la sal, y oír a las chicharras. Seguir a la gaviota. Sentir que estoy descalzo caminando a tu lado a través de estos años...
Héctor Eduardo
1 comment:
Wow!! Está, no solamente romántico, está precioso, ojalá que alguien haya sentido o llegue a sentir alguna vez, eso por mí.
Muy, pero muy bonito relato.
Post a Comment