Amaba cada detalle de ti, toda la magia que esparcías al entrar, las bellas y culposas miradas que calentaban al Mar y ebullecían mi corazón... Mi reina.
Hoy a mil veinticinco días después de ti, amo cada uno de tus recuerdos, hasta mirar tu maquillaje derrapando por tu mejilla, y tu careta divertida esperando la noche de brujas, cual quimera de mis idilios...
Amor con una resiliencia bárbara, y con puntual suspiro emanado de la brisa de tu aliento, que aun guardo en el interior de mi gabardina, para los días de ayuno, para los momentos de veda... Conservo alguna fibra de tus cabellos y aun humedezco mis labios con la fragancia de cada uno de tus besos.
Aquí en mi pecho retumba la emoción por aquellos suspiros que emanaron de tu voz, y por la pasión desbordada de tu cuerpo, pidiéndome a bocanadas de aire una primavera, en medio de aquel otoñal invierno.
Resistencia al temporal que significa que no estemos en este mismo plano, es lo que tiene mi amor, resistencia perpetua, que solamente alimenta mi fe y mi emoción de estar cada día más próximo al momento de nuestro encuentro, al momento de volver a cruzar nuestras culposas miradas y calentar al corazón, ebulleciendo nuestro infinito Mar.
Héctor Eduardo.