Thursday, March 30, 2017

De Penas y Ciruelos.

Y estamos aquí, al igual que hace un tiempo... Preparándonos para terminar el álgido abrazo del invierno, para pasar a la pascua, sin más rutina que la rutina que no da para mas.

El viejo ciruelo ya dejó de existir, vive en su agonía propiciada por la mano del hombre, por el ego incansable del ser humano, enajenando límites a la naturaleza, entregando límites a lo natural... Y yo, risible de llanto, compaginando penas en el espejo cada que pienso en ella, en las millas de tiempo que han marchitado su recuerdo, en la franela que me recuerda lo terso de su cuello, lo húmedo de sus besos y el fuego de sus adentros.

Es una pena, una agonía que en medio de un olvido, solo en un delirio, a través de los afrodisiacos se beba un poco de mi, que se me pueda soportar así, y me convierta, ella, en persona, en espectro, en un viejo y quimérico recuerdo, como espejo roto, como un montón de laberintos entrañados en el olvido, así, bajo los enervantes de la bebida he sido avasallado, apaleado por el influjo, por la memoria... por la agonía.

El viejo ciruelo ya no existe, el viejo ciruelo siempre estará ahí, quien se ha marchado es mi recuerdo en tu mente, mi alma que se ha quedado en tu viejo morral...

Héctor Eduardo.