Anoche te soñé, en el sueño platicamos un momento, discutimos, sonreímos, aclaramos cosas que nos causaban inquietudes, diferenciábamos la cercanía de tu mar y mi arena. Fue curioso, porque antes jamás habías aparecido de una manera tan magnánima, tan absoluta, como tejiendo un imperio entorno a mis sentimientos, como una causalidad hecha de casualidad, como un ciclón devorando mis soledades.
Nos entretuvimos sentados en la cómoda de la sala, de un momento a otro estuvimos en un sofá, si, mi viejo sofá, conversaste conmigo demostrando tu actual felicidad, denunciando que desde aquel ocho de enero, que mis ojos te perdieron, te has convertido en la mujer que siempre quisiste ser, en la persona que tanto anhelas ser y que tu felicidad es copiosa, comparada solamente con la felicidad de mis labios por volverte a rosar.
Entonces entendí que no estuvimos ni cerca de amarnos por igual, que mi amor por ti se desborda de madrugada y en las mañanas como ésta, en la que te escribo, me vuelvo de ti a enamorar, solo basta un recuerdo, una sonrisa divisada en mis memorias para ahogarme en el manto de tu amor, en la espesura de tus facciones de princesa, y en automático comienzan mis sentimientos a fluir, a emanar como agua de manantial, como una fuente que no agota su néctar, y el cáliz que lo envuelve y conserva, es el recipiente de tu grandeza.
Eres grande Mar, muy grande, tan enorme que en los confines de mi cerebro, de día, se esfuerza por no recordarte, por no agobiarse con los tentáculos de nuestro pasado, pero de noche, hago sabotaje de todas mis nobles intenciones, me hundo en el naufragio de mis pensamientos estando inconsciente, y entonces como en esta velada, te sueño...
Estando por concluir dicha charla, te pusiste de pie, mientras con tus esculturales manos tomabas las mías, sin soltarme me dijiste "ahora vuelvo", no quería que te fueras, intuí que la razón de tu partida es la salida del sol, mi marcha del mundo de los sueños; solo atiné a acercar mis labios a los tuyos y te quise besar, cuando para sorpresa mía, yo mismo desvié el beso, rosando la comisura de tus labios, probando solo un poco de ese par de labios que tanto amo, y que me producen nostalgia y melancolía, cuando entonces te dije "anda, todo estará bien"...
Desde el despertar todo marcha tranquilo, todo en su lugar, los canes en su alboroto matinal, los loros como siempre conviviendo en su mango, en espera de sus pequeños loritos que ya están próximos a llegar, y los felinos durmiendo como siempre en el tejado... Todo está bien, excepto que no me despedí bien de ti, no te retuve en mis manos, no me aferré a la miel de tu amor y casi te besé otra vez... Una y otra vez.
Héctor.